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El centro tecnológico Ainia desgrana algunas de las iniciativas que marcarán 2018 en materia de funcionales, tanto en alimentación como en cosmética.
Para el sector de la alimentación, es un momento óptimo para ofrecer soluciones en forma de alimentos y bebidas enriquecidos y funcionales, con menos alcohol, aditivos y azúcares y más ingredientes saludables como la quinoa.
Conscientes del potencial de ese mercado, Bodega Matarromera (empresa que lidera el proyecto), Ainia y el Instituto de Biología y Genética Molecular IBGM‐CISC han desarrollado nuevos nutracéuticos e ingredientes funcionales para combatir procesos inflamatorios y oxidativos asociados con el envejecimiento a partir de fuentes naturales derivadas de la aceituna.
Por su parte, Carinsa, con la colaboración también de Matarromera, Fruselva, Biopartner, Primo Mendoza, El Horreo Healthy Food y Friobas trabajan en el desarrollo de alimentos saciantes elaborados con ingredientes funcionales (proteínas, fibras solubles, extractos de polifenoles, FOS o probióticos) que mejoren la calidad nutricional de los productos y ayuden a combatir el sobrepeso y la obesidad. Ainia colabora en el proyecto validando el efecto saciante de esta nueva gama de productos.
Esa certificación es crucial porque, siempre según el informe Global Food & Drinks Trends 2018, la desconfianza de los/las consumidores es notable y pone un ejemplo: “Apenas uno de cada cinco adultos canadienses confía en los reclamos de salud insertos en los envases de comida y / o bebida”.
La tendencia hacia el bienestar y lo natural es también uno de los principales insights de consumo en el ámbito de la cosmética. La tecnología de fluidos supercríticos y en especial la extracción con dióxido de carbono permite obtener sustancias activas naturales libres de trazas y contaminantes, aptas para la industria cosmética mediante procesos sostenibles, ecoeficientes y seguros. Esta tecnología, además, es inocua, respetuosa con el medio ambiente y rentable.
Se obtienen aceites a partir de frutos secos y otros vegetales, aceites esenciales y extractos botánicos. Ejemplos de aceites implantados ya en el mercado cosmético, y con un proceso certificable como ecológico, “bio” u “organic”, son los obtenidos a partir de semillas de granada, de calabaza, de zanahoria, cardamomo, amaranto, o romero.
Las bacterias irrumpen en el sector cosmético en forma de productos probióticos. Este tipo de productos, además de naturales, ofrecen una alta tolerancia y al ser concebidos como saludables, son entendidos como la vanguardia en innovación cosmética y están posicionados en la mente del consumidor por su alta efectividad en la protección de la piel y por sus capacidades hidratantes.
En el sector cosmético, también existe un interés creciente por la tecnología de la microencapsulación porque permite generar nuevos principios activos o productos cosméticos novedosos con propiedades avanzadas permitiendo una liberación controlada del principio activo que se quiera proteger y una liberación sostenible o dirigida.