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La pandemia ha puesto de manifiesto la complejidad y la urgencia de los problemas de la producción y el suministro de alimentos a nivel mundial. El centro Tecnológico Ainia participa en el grupo de expertos que ha elaborado el informe en el que se detalla cómo la investigación y la innovación pueden abordar el problema, impulsando cambios en los sistemas alimentarios de todo el mundo.
Un grupo de expertos, organizado por la Comisión Europea, ha elaborado un informe en el que se reclama adoptar medidas sobre un problema que ha cobrado especial relevancia como consecuencia de la crisis provocada por la pandemia Covid-19: la inseguridad alimentaria, relacionada con la complejidad y la urgencia de los problemas en la producción y el suministro de alimentos.
El informe "Resiliencia y transformación" sobre la política de investigación alimentaria y agrícola en el que han participado 14 expertos en alimentación, agricultura y políticas de I+D de distintas organizaciones, entre las que se encuentra AINIA, solicita que la investigación y la innovación catalicen los cambios en los sistemas alimentarios de todo el mundo. Este informe detalla algunos de los impactos alimentarios que se han desatado a consecuencia de la pandemia:
• Durante 2020 se ha generado una "tormenta perfecta" de problemas a nivel del sistema. Después de las interrupciones iniciales y localizadas en el suministro de alimentos, los precios comenzaron a subir ligeramente en Europa (2-5% para productos clave) y más dramáticamente en algunas partes del mundo (15% en Argentina, casi 20% en Myanmar).
• El cambio de clases presenciales a clases online, privó a millones de familias con rentas bajas del comedor escolar para sus hijos.
• En algunos sectores de la industria alimentaria, los trabajadores se encontraron involuntariamente en la primera línea de la exposición al virus.
• Miles de restaurantes han cerrado, mientras que se ha disparado la venta de alimentos en tiendas de alimentación y online; lo que ha supuesto una importante reasignación del suministro de alimentos con amplias consecuencias económicas y sociales.
La UE ya ha tomado medidas ambiciosas en este sentido como la ley para lograr la neutralidad en carbono para 2050 y una serie de nuevas políticas, programas y legislación que impulsarán sus planes de Pacto Verde, Biodiversidad, De la granja a la mesa y Economía circular. Pero su éxito final dependerá en gran medida de la investigación y la innovación europeas y de cómo debe responder el nuevo programa Horizonte Europa de 95.500 millones de euros, para hacer frente a los retos y alcanzar los objetivos.
En este sentido, el informe propone, entre otras medidas, la reducción para 2050 del uso de fósforo agrícola en un 81% y de los pesticidas en un 75%, o devolver el índice de masa corporal medio en la UE a un rango más saludable, con un promedio ahora del 51,8% de sobrepeso. Para Begoña Ruiz, jefa del departamento de biotecnología de Ainia, “las propuestas recogidas en el informe serán la base para muchas innovaciones que desarrollarán las próximas investigaciones europeas. Especialmente, aquellas relacionadas con cómo lograr un sistema más seguro y justo mediante el uso de recursos naturales y sistemas de alimentación sostenibles”.
El informe pone de manifiesto que se necesita un programa de investigación extenso para mejorar las dietas y la nutrición en toda la UE. Por ejemplo, comemos de 2,5 a 3 veces más carne que la recomendada por los dietistas, lo que tiene consecuencias en nuestra propia salud y la del planeta. Las razones son complejas: una mezcla de estructura industrial, presiones sociales, desigualdades económicas y preferencias personales. La investigación y la innovación pueden ayudar a comprender las causas y guiar las acciones gubernamentales necesarias en la publicidad alimentaria, la educación, la política de competencia y las ayudas tecnológicas para mejorar la nutrición.
El suministro circular de alimentos y recursos puede convertirse en realidad. Por ejemplo, las prácticas de despilfarro se pueden detener y desarrollar la circularidad en todos los productos desde el principio. El informe resalta especialmente la importancia de la I+D en el campo mediante el avance de la "agroecología"; por ejemplo, los agricultores que trabajan para mejorar la biota del suelo de forma natural, prestando más atención a la rotación y la cobertura de los cultivos.
Los gobiernos también deben actuar en esta línea con políticas más coherentes: el apoyo a innovaciones y redes prometedoras; mejorando la contabilidad e inversión de costes o facilitando más información para que los consumidores y productores rastreen las rutas de suministro. Un problema destacado en la pandemia es la necesidad de diversidad en los alimentos que comemos, cultivamos y pescamos y en cómo se estructura la sociedad. La I+D+i puede ayudar a desarrollar nuevas tecnologías de información y genómica, servicios ecosistémicos, políticas medioambientales…
El informe, que va acompañado de 17 documentos de apoyo, también recoge cómo, incluso antes de la pandemia, los problemas de la mala alimentación, la desigualdad social y los métodos agrícolas emisores de carbono ya eran preocupantes:
El 8% de la población mundial está desnutrida, mientras que un número cada vez mayor tiene sobrepeso u obesidad. La alimentación y la agricultura son responsables de hasta el 30 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de los planes de la UE para reducir la huella europea. Alrededor de un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierden o se desperdician, con un coste de casi 1 billón de euros.
Además, la diversidad está en peligro: un millón de especies vegetales y animales se enfrentan a la extinción, sin embargo, nuestros hábitos alimentarios están tan concentrados que el 60% de las calorías provienen de sólo tres granos: arroz, maíz y trigo.
El grupo de 14 expertos en alimentación, agricultura y recursos naturales ha sido impulsado por SCAR, el Comité Permanente de Investigación Agrícola, fundado en 1974 por el Reglamento del Consejo de la UE para asesorar a los Estados miembros y a la Comisión. El grupo estuvo presidido por Gianluca Brunori, profesor de política alimentaria y bioeconomía en la Universidad de Pisa.