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El hambre emocional es cada vez más común debido al estrés con el que vivimos actualmente, y sí, las emociones y nuestro estado de ánimo influyen directamente en cómo nos alimentamos.
Aunque en muchas ocasiones comemos por placer, el hambre emocional se convierte en un problema porque aparece cuando comemos, con la esperanza de que emociones como la tristeza o la frustración desaparezcan. Las personas que padecen de hambre emocional, tienen una carencia de estrategias de regulación emocional, siendo la propia ingesta de comida la única forma para autorregularse, suprimir o evitar emociones o determinados estados de ánimo, comenta Laura Jorge, Dietista-Nutricionista, fundadora y directora del centro de nutrición y psicología .
El hecho de que esta forma de alimentarse sea tan poco saludable, se debe a que comemos a deshoras y sobre todo se centra en alimentos ultraprocesados llenos de aditivos y grasas. Además, después nos genera malestar y sentimientos de culpabilidad que nos pueden llevar a restringir o a compensar y de esa forma entrar en un círculo vicioso. Por ello, y para evitar este tipo de hábito, la nutricionista asegura que es necesario conocer diferentes técnicas y pautas para ayudarnos a gestionar mejor las emociones, como la alimentación consciente o la psicoeducación.
No se trata de algo perjudicial en sí mismo, ya que muchos de nosotros ingerimos alimentos cuando no tenemos hambre fisiológica, lo que podríamos definir como hambre real, buscando la parte más hedónica de los alimentos . El problema aparece cuando la responsable de la ingesta es la carencia de estrategias de regulación emocional, siendo la propia ingesta la única estrategia de regulación emocional o cuando lo que se busca con ella es suprimir o evitar emociones o determinados estados de ánimo.
Si el hambre o la alimentación emocional llega a convertirse en un problema, lo primero que tenemos que hacer es identificar la o las causas, es decir la etiología. A partir de aquí, podremos empezar a trabajar con el problema. Para ello, existen diferentes técnicas, pautas o recursos que nos pueden ayudar a mejorar nuestra gestión emocional más allá de la ingesta.
Entre las diferentes técnicas, pautas o recursos que nos pueden servir encontramos la psicoeducación, el establecimiento de conductas alternativas, la alimentación consciente o la mejora de la experiencia emocional, concluye la dietista Laura.