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En este contexto, es esencial que padres y cuidadores presten especial atención a la alimentación de sus hijos y no perder los buenos hábitos, no solo para garantizar su crecimiento y desarrollo, sino también para mantener el equilibrio de la microbiota intestinal, aseguran los expertos de la compañía Farmasierra.
“La microbiota intestinal está compuesta por billones de microorganismos que habitan en el tracto gastrointestinal y desempeñan un papel fundamental en la digestión, la inmunidad y la salud general. Además de las alteraciones en la rutina que supone el paso del horario escolar al periodo vacacional, las altas temperaturas y los cambios repentinos en los hábitos alimenticios de los niños son el caldo de cultivo idóneo para que se produzcan desequilibrios en su microbiota”, explica Ana Ortiz, gerente del área de Salud de Farmasierra.
Un factor crucial para una buena salud intestinal, especialmente en niños que padecen trastornos gastrointestinales funcionales, entre los que se encuentra el Síndrome del Intestino Irritable. En verano, se recomienda ofrecer a los niños alimentos frescos, ligeros y ricos en agua. Es muy beneficioso recurrir a las frutas y verduras de temporada, como los tomates, la sandía, el melón, los melocotones o las ciruelas. Ofrecen una gran hidratación y aportan vitaminas y minerales.
En este periodo es recomendable que las familias aprovechen para fomentar hábitos saludables en la alimentación de los niños. Servir raciones adecuadas, tener en cuenta sus preferencias, realizar 4 o 5 comidas al día y realizar un desayuno completo son algunos de los consejos básicos recomendados por pediatras y nutricionistas. En cuanto a las proporciones adecuadas para una dieta infantil equilibrada, los hidratos de carbono y fibra deben conformar el 50-60% del total de energía, las proteínas de alto valor biológico del 10% al 15% y la ingesta total de grasas saludables debe estar entre el 25 y el 35%1.
Durante la época estival, el organismo, y en particular la microbiota intestinal, debe estar preparada para hacer frente a una mayor cantidad de patógenos. En el caso de los niños, una dieta rica en probióticos es la mejor forma de disminuir los síntomas de problemas gastrointestinales, como los que se manifiestan en los trastornos gastrointestinales funcionales asociados a dolor abdominal no especificado. No obstante, no son los únicos beneficios que aportan al organismo. Según Ana Ortiz, “los probióticos han demostrado ser muy beneficiosos para restaurar el equilibrio de la microbiota intestinal y un buen remedio para la diarrea infantil, la intolerancia a la lactosa o los síntomas del Síndrome del Intestino Irritable (SII)”.
El yogur y el kéfir son conocidos ejemplos de alimentos probióticos, pero no son los únicos que contribuyen a reforzar la microbiota intestinal. Existen otros alimentos probióticos como los pepinillos, las aceitunas, el queso crudo, el pan de masa madre y el suero de mantequilla, que además contienen todo tipo de vitaminas, aminoácidos y proteínas. Todos ellos resultan aún más beneficiosos para la salud en combinación con los llamados alimentos prebióticos que funcionan como alimento de las bacterias probióticas, dando lugar a un efecto simbiótico que resulta en una mejora totalmente natural de la microbiota. Verduras tan comunes como las alcachofas, las cebollas, los puerros y los espárragos y cualquier cereal integral como el arroz son considerados alimentos prebióticos.
Cuando la dieta no aporta los probióticos suficientes, “se recomienda además de tener una alimentación equilibrada, la suplementación con, por ejemplo, la cepa Bifidobacterium longum 35624, que ayuda a mejorar todo el conjunto de síntomas gastrointestinales crónicos o recurrentes relacionados con el Síndrome de Intestino Irritable, y en los trastornos gastrointestinales funcionales que cursan con dolor abdominal no especificado”, termina comentando Ana Ortiz.