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Un reciente estudio en el que han participado Vicente Javier Clemente y José Francisco Tornero, profesores de la Universidad Europea, explora cómo las bacterias presentes en el intestino afectan a la regulación hormonal y su impacto en enfermedades relacionadas con las glándulas endocrinas. Este análisis revela mecanismos importantes y sugiere nuevas formas de tratar problemas hormonales.
Nuestros intestinos están llenos de bacterias que juegan un papel crucial en cómo nuestro cuerpo maneja las hormonas. Por un lado, ayudan a producir nutrientes esenciales, como aminoácidos y vitaminas, que son muy necesarios para nuestro cuerpo de cara a la fabricación de hormonas de manera eficiente. Además, estos microorganismos generan sustancias especiales que influyen en cómo usamos la energía y en nuestra sensibilidad a la insulina, lo cual es clave para mantener el equilibrio hormonal. Pero eso no es todo, las bacterias también afectan a las enzimas que descomponen hormonas, como los estrógenos, lo que puede influir en sus niveles dentro de nuestro cuerpo.
En cuanto al control del apetito y la salud metabólica, las bacterias intestinales influyen en la producción de hormonas que regulan el hambre, como la ghrelina y la leptina. Se ha descubierto que la transferencia de bacterias de un intestino saludable puede mejorar la sensibilidad a la insulina en personas con síndrome metabólico, lo que es útil para controlar la diabetes y la obesidad.
Las bacterias también producen sustancias químicas como serotonina y GABA, que afectan el estado de ánimo y la salud mental, además de ayudar a regular el sistema inmunológico. Las bacterias intestinales no solo trabajan en el intestino; también tienen un impacto en el hígado, que es el órgano encargado de procesar y eliminar muchas sustancias del cuerpo, incluidas las hormonas. Estos microorganismos ayudan a descomponer y a eliminar hormonas de manera más eficiente, lo que influye en el metabolismo general del cuerpo.
El estudio también destaca cómo ciertas alteraciones en el microbioma pueden estar vinculadas al cáncer de colon, cáncer de mama y cáncer de próstata. En el caso específico de Fusobacterium nucleatum, esta bacteria ha sido estudiada por su asociación con el cáncer colorrectal. Estos desajustes en las bacterias intestinales, también conocidos como disbiosis, pueden ser causados por varios factores como dieta alta en alimentos procesados y azúcares, el uso excesivo de antibióticos, el estrés crónico o la falta de actividad física.
Cuando las bacterias "buenas" disminuyen y las "malas" aumentan, el equilibrio del intestino se ve alterado, lo que puede llevar a la activación del sistema inmunológico y a la inflamación crónica. Para evitar estos desequilibrios, es fundamental llevar una dieta rica en fibra, frutas, verduras, y alimentos fermentados, como el yogur y el kéfir, que fomentan el crecimiento de bacterias saludables además de mantener un estilo de vida equilibrado, con ejercicio regular y técnicas de manejo del estrés, como la meditación o el yoga.
En cuanto a tratamientos, la investigación examina varias estrategias para mejorar la salud hormonal a través de la modificación de la microbiota intestinal. Los prebióticos y probióticos pueden ayudar a regular las bacterias intestinales. Los prebióticos fomentan el crecimiento de bacterias beneficiosas, mientras que los probióticos introducen bacterias saludables directamente. Otro enfoque prometedor es el trasplante de microbiota fecal, que ha mostrado resultados positivos en el tratamiento de diabetes tipo 1 y obesidad al restaurar un equilibrio bacteriano saludable y mejorar la sensibilidad a la insulina.
Este es un tratamiento emergente que ha ganado interés por su potencial para restablecer un equilibrio microbiano saludable en el intestino. Consiste en transferir heces de un donante sano a una persona con disbiosis o desequilibrio intestinal. La idea es reintroducir una comunidad diversa de bacterias saludables que puedan repoblar el intestino y restaurar el equilibrio.