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Los psicobióticos son un nuevo grupo de probióticos bacterianos que, en cantidades adecuadas, confieren beneficios para diferentes aspectos de la salud mental.
Su emergente aplicación responde a la necesidad de alternativas naturales para el tratamiento del estrés. En este sentido, y durante el XVI Congreso de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMiPyP), se celebró el simposio organizado por Farmasierra “Papel emergente de los psicobióticos en el manejo del estrés y enfermedades relacionadas”, presentado por los doctores Javier Santos Vicente, jefe Clínico de Gastroenterología del Hospital Universitario Vall d´Hebron de Barcelona y miembro del CIBERehd y la Dra. Amanda Rodríguez-Urrutia, psiquiatría senior del Servicio de Salud Mental del mismo centro e investigadora adscrita al CIBERSAM, y moderado por el Doctor Guillermo Álvarez Calatayud, Pediatra y Gastroenterólogo en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, en el que profundizaron en el concepto psicobiótico y sus aplicaciones en el manejo del estrés.
“En este congreso profundizamos en el concepto y uso de los psicobióticos, que surgen como una alternativa más para el tratamiento de diversos trastornos y situaciones de estrés con un beneficio/riesgo de efectos secundarios muy positivo”, explica la doctora Amanda Rodríguez-Urrutia. “Además, participar en este foro nos permite avanzar hacia la no fragmentación de la medicina y la asistencia sanitaria transdisciplinar en donde distintos profesionales se aúnan para pensar conjuntamente en cómo tratar mejor los problemas de la población general y a los pacientes y sus enfermedades”.
“A semejanza de nuestra microbiota, que es capaz de interactuar de forma multilateral con los componentes celulares de todo el organismo, nosotros como profesionales sanitarios tenemos el deber de ampliar nuestra red de trabajo, cooperando con los múltiples ámbitos de la ciencia para poder ofrecer el mejor rendimiento terapéutico a nuestros pacientes. Para nosotros, este congreso de la SEMYPyP representa eso mismo, ya que entre sus participantes hay profesionales sanitarios de todos los ámbitos y especialidades”, comenta el doctor Javier Santos.
En ciertos estudios se ha comprobado que cepas como el Bifidobacterium longum 1714TM, el primer probiótico clínicamente estudiado como cepa individual para el bienestar mental, atenuaron la producción de cortisol y la ansiedad en respuesta al estrés de laboratorio, mejoraron la memoria y la fatiga mental en adultos sanos.
Además, se han publicado ensayos clínicos controlados con otras especies de psicobióticos que han mostrado su capacidad para regular diferentes aspectos de la respuesta al estrés y también síntomas digestivos. En general, las cepas de lactobacillus y bifidobacterias han sido las que han mostrado mayor evidencia científica en la modulación de síntomas emocionales, de ansiedad y depresión.
Por otro lado, algunos probióticos específicos han mostrado su capacidad para reducir indicadores de depresión y mejorar la calidad de vida en pacientes con Síndrome del Intestino Irritable (SII). No obstante, la implementación de los psicobióticos en la práctica clínica gastroenterológica todavía enfrenta ciertos retos. “Se necesita mostrar a los especialistas de los beneficios finales del uso de los psicobióticos para regular las enfermedades digestivas relacionadas con el estrés, que son muchas. Para ello es necesario tener evidencias más específicas en patologías concretas y eso requiere hacer estudios que prueben sus beneficios específicos. Mientras tanto, creemos que también es muy necesario hacer mayor divulgación entre los profesionales”, concluye el doctor Javier Santos.
La microbiota intestinal junto al sistema neuroendocrino e inmunológico entéricos son los principales moduladores de la actividad fisiológica del aparato digestivo. En concreto, la microbiota tiene una gran capacidad para regular la digestión de nutrientes, el metabolismo, la defensa contra patógenos, y el fortalecimiento de la barrera intestinal. Además, su papel es clave para mantener el equilibrio necesario para evitar el desarrollo de procesos inflamatorios crónicos, de procesos degenerativos e incluso de cáncer.
El estrés aparece cuando la homeostasis, el equilibrio interno del organismo, se ve amenazado. Entonces, la microbiota entra en juego para regular la respuesta a esta amenaza, y lo hace a través del eje intestino-cerebro; mediante la producción de miles de metabolitos, como los ácidos grasos de cadena corta; de neurotransmisores como la serotonina, que influyen en el estado de ánimo y la ansiedad; y en los niveles de cortisol y otros glucocorticoides
Múltiples evidencias científicas relacionan la alteración de la microbiota intestinal con trastornos mentales, en especial, los trastornos de ansiedad, depresión y patologías relacionadas con el estrés. Por esta razón, mantener una microbiota intestinal saludable mediante una alimentación rica en fibra, prebióticos y probióticos puede mejorar la salud digestiva y reducir la vulnerabilidad al estrés y a problemas emocionales. “El consumo de probióticos, como los presentes en el yogur, kéfir, chucrut, y prebióticos derivados del consumo de fibra vegetal, puede mejorar los indicadores de salud de la microbiota intestinal, reducir la inflamación y la respuesta inmune, modular la permeabilidad intestinal y modular la respuesta al estrés, favoreciendo el bienestar emocional a través del eje intestino-cerebro”, explica el doctor Javier Santos.
Estudios recientes igualan el ejercicio físico con la eficacia antidepresiva en pacientes con depresiones moderadas. Asimismo la dieta mediterránea es conocida por sus efectos beneficios sobre la salud mental, por lo que es una condición indispensable que el tratamiento del estrés con psicobióticos esté complementado con cambios en el estilo de vida por parte de los pacientes. “Hay que concienciar a la población de que el estrés es una cuestión individual y de que su salud depende también de lo que comen, de si hacen ejercicio o de cómo duermen; de sus hábitos. Por eso en patologías multicausales no podemos ir con tratamientos únicos porque fracasaremos. Debemos tener un amplio espectro de herramientas y adaptarlas a cada persona”, finaliza la doctora Amanda Rodríguez-Urrutia.