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Las enfermedades graves que puede ocasionar la obesidad en ocasiones ocultan otras afecciones fundamentales omo la pérdida de fuerza y masa muscular. El doctor Felipe Isidro, responsable del área de Actividad Física de PronoKal, nos explica cómo mejorar
La obesidad es una enfermedad que afecta a millones de personas y que está directamente relacionada con otras complicaciones de salud o enfermedades, como las cardíacas, la diabetes tipo 2, la hipertensión, problemas hepáticos o, incluso, con ciertos tipos de cáncer. Estas afecciones son muy graves y, por tanto, suelen opacar a otros aspectos críticos, como son la pérdida de fuerza y la funcionalidad musculares, especialmente en personas mayores.
Esta disminución de la funcionalidad puede ocurrir antes de que se produzca una pérdida de masa muscular visible, lo que señala la importancia de adoptar un enfoque integral en el tratamiento de la obesidad. Es crucial que, como profesionales de la salud, no solo nos centremos en la pérdida de peso, sino que también consideremos la preservación y mejora de la capacidad funcional de los músculos. Esto es especialmente relevante para nuestros pacientes de edad avanzada, que pueden experimentar una pérdida significativa de fuerza y funcionalidad muscular.
A medida que las personas envejecen, el cuerpo experimenta una serie de cambios fisiológicos que afectan a su capacidad para realizar actividades cotidianas. Pero estos efectos se amplifican en personas con obesidad, quienes, debido a su exceso de grasa corporal, tienden a sufrir de una reducción significativa en su capacidad funcional. Una de las causas principales es la denervación de las fibras musculares rápidas, que son cruciales para realizar movimientos del día a día que requieren fuerza, como subir escaleras o levantarse de una silla. Aunque el músculo no disminuya inmediatamente en tamaño, la comunicación entre el sistema nervioso y los músculos se debilita, reduciendo la capacidad para generar fuerza.
Para comprender mejor la pérdida de funcionalidad muscular en personas con obesidad, es importante saber que los músculos se componen de dos tipos principales de fibras: las fibras rápidas (tipo II) y las fibras lentas (tipo I). Las fibras rápidas son responsables de la generación de fuerza rápida y potente, necesarias en movimientos como correr, saltar o simplemente realizar un esfuerzo físico intenso en poco tiempo. Por otro lado, las fibras lentas son más resistentes a la fatiga y se utilizan en actividades prolongadas de baja intensidad, como caminar o mantenerse de pie durante periodos largos.
A medida que envejecemos o acumulamos grasa corporal, las fibras rápidas tienden a sufrir denervación, lo que significa que la señal nerviosa que normalmente activa estas fibras se debilita. Esto no solo afecta a la capacidad de generar fuerza, sino que también compromete la movilidad general y la independencia de la persona. De hecho, es posible que, a pesar de tener una masa muscular similar a la de años anteriores, la persona no sea capaz de realizar actividades que antes eran sencillas, lo que puede aumentar el riesgo de caídas y lesiones.
En cuanto a los factores que pueden influir en la denervación de las fibras musculares rápidas en personas con obesidad o de edad avanzada destacan la inactividad física, que reduce la estimulación nerviosa necesaria para mantener dichas fibras, y las alteraciones hormonales, que influyen negativamente en la función muscular.
Dado que la pérdida de fuerza y de funcionalidad puede preceder a la pérdida de masa muscular en personas con obesidad, es esencial que las evaluaciones iniciales de estos pacientes se centren en su capacidad funcional. Esto va más allá de medir el peso corporal o el índice de masa corporal (IMC), ya que implica realizar pruebas específicas para medir la fuerza, el equilibrio, la movilidad y la resistencia de la persona.
Una vez realizada la evaluación funcional, la prescripción de ejercicio se enfoca en mejorar la calidad de vida del paciente restaurando la fuerza y la capacidad funcional, priorizando la reactivación de fibras musculares rápidas, el equilibrio y la movilidad general. El entrenamiento de fuerza busca fortalecer las fibras rápidas afectadas mediante ejercicios sencillos realizados a la más alta intención de velocidad, con el propio peso corporal o bandas elásticas, evitando la fatiga, realizando pocas repeticiones y dejando amplios descansos entre un ejercicio y otro.
El entrenamiento de equilibrio y coordinación, con actividades como yoga o tai chi, es esencial para la movilidad y prevención de caídas, especialmente en personas con obesidad o mayores. El ejercicio cardiovascular, como caminar o nadar, mejora la capacidad cardiorrespiratoria, adaptando la intensidad según las limitaciones individuales. Finalmente, los estiramientos regulares favorecen la amplitud de movimiento y previenen la rigidez muscular.
Estos ejercicios, con un enfoque consciente y personalizado que priorice la reactivación muscular y la mejora funcional, pueden tener un impacto significativo en la salud y el bienestar de las personas mayores con obesidad, permitiéndoles tener una vida más activa y plena.
En conclusión, el compromiso de los profesionales es clave para garantizar una atención holística y una mejor calidad de vida para nuestros pacientes con sobrepeso u obesidad. Trabajando en equipo con otros profesionales de la salud, podemos contribuir a reducir las complicaciones asociadas con la obesidad, a mejorar la salud y el bienestar de las personas que viven con esta enfermedad.